26.6.14

Y para comenzar... esto no puede faltar.

Me estuve cuestionando mucho acerca de sobre que se trataría este post. Es que hay tantos escritores y tantos libros que sabía que no sería una elección sencilla, al final de todo no tardé tanto como creí en decidirme y me dije para empezar, no debe faltar Edgar Allan Poe, al fin y al cabo es uno de mis escritores favoritos y no podía no escribir sobre él.

Un poco sobre él..
Edgar Allan Poe nació en Boston, Estados Unidos en 1809, y es considerado el maestro del relato corto, en especial de cuentos de terror y de misterio.
Su vida fue corta y trágica, sus padres lo dejaron huérfano y fue criado por John Allan. En su adultez comenzó a escribir algunos textos críticos, poemas y cuentos. En 1847, su mujer falleció y él cayó enfermo, murió en octubre de 1849.
Y actualmente ya hace más de un siglo y medio de su muerte, pero sus cuentos y sus poemas siguen encantando y maravillando a miles de lectores.

A mi personalmente me gusta mucho Poe, tanto por su forma de escribir, como por sus historias que tienen tanto la capacidad de dejarte atrapado hasta el final con sus cuentos de misterio y también la capacidad de causarte escalofríos y temor con sus cuentos de terror.

Algunas de sus obras son: El entierro prematuro, El gato negro, Los crímenes de la calle Morgue, El escarabajo de oro, El corazón delator, Metzergenstein, El retrato oval, El asesinato de Marie Roget, etc.

A continuación dejo el aquí uno de sus poemas más conocidos, y además uno de los que a mi más me gusta "El cuervo".
Espero que les guste.
El Cuervo 
Por Edgar Allan Poe
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
 como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
 sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
 Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado
 calma en mis libros,ni consuelo a la perdida abismal de
 aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar y aquí
nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal que,
 para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que hallegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
 Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
 pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal que dudé
de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal: sólo sombras,
nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
 y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
 pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
 sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco volvióla a nombrar.
 Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
 pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
 veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
 agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
 fue, posose y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
 en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
 "Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser  osado,
viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
 Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa sorprendióme
aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
 como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
 No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna hasta que al fin musité:
"Vi a otros amigos volar; por la mañana él también,
 cual mis anhelos, volará". Dijo entonces: "Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
 "Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado que
en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
 y hundido en el terciopelo me afané con recelo en descubrir
 que quería la funesta ave ancestral al repetir:
"Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra al ave
 que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
 eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
 sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
 ¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
 y ya no usará nunca más!
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
 mecido por serafines de leve andar musical.
 "¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirige hacia ti
con el filtro que a Leonor te hará olvidar! ¡Bebe, bebe el dulce filtro,
 y a Leonor olvidarás!". Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
 ¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad trajo tu torvo
plumaje hasta este yermo paraje, a esta morada espectral?
 ¡Mas te imploro, dime ya, dime, te imploro,
 si existe algún bálsamo en Galaad!" Dijo el cuervo:
"Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
 Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano a Leonor,
 ahora entre ángeles, un día podré abrazar". Dijo el cuervo:
"¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
 ¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal! ¡Ni rastro de tu plumaje
 en recuerdode tu ultraje quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!" Dijo el cuervo:
 "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
 en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
 y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
 cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
 y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal, no se alzará...
¡nunca más!.

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